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[Lee el artículo completo]- Fuente/Autor: Julio M. Shiling
Entre los veinte y seis libros que escribió el novelista norteamericano, Richard Condon, el que más se destacó fue El candidato manchuriano (“The Manchurian Candidate”). Esta obra de suspenso político publicada en 1959 y luego convertida en película en 1962 y también en 2004, tiene cómo trama la elaboración de una conspiración comunista que conlleva el acto de lavarle el cerebro a un individuo capturado y convertido en prisionero de guerra durante la Guerra de Corea, por parte de los servicios de inteligencia chino comunistas y soviéticos. La idea era que una vez que el protagonista principal era insertado en la sociedad estadounidense al concluir el conflicto, éste intentaría materializar los objetivos del comunismo internacional e impactar el poder político en la democracia norteamericana.
Barack Obama ha sido una versión actualizada, de no ficción y en la vida real, del candidato manchuriano. En el caso del cuadragésimo cuarto presidente de la nación estadounidense, no fue necesario ejecutar un lavado de cerebro para imponer un dogmatismo ideológico antidemocrático. Obama ya poseía suficiente bagaje que nos demuestra, incluso mucho antes de postularse para presidente, que su óptica del mundo era entendida dentro de una mentalización de lucha de clases cuyo recetario metodológico sería la de un socialista fabiano. Su defensa práctica de los valores universales de los derechos naturales y humanos, así como su sostenimiento de la ética democrática han sido antitéticos, medidos por los estándares históricos de los jefes ejecutivos de la democracia más modélica en el mundo.
Con un enfoque prioritario internacionalista, se propuso en gran medida a transformar el orden mundial en uno donde se le daría (o se le intentaría dar) un lugar de protagonismo mayor y privilegiado a enclaves del despotismo totalitario. Regímenes y movimientos del islamismo radical, como la Hermandad Musulmana y el chiismo fundamentalista de Irán, por ejemplo, encontraron en Obama un aliado sólido. El comunismo en su exégesis post soviético, también halló en éste, un coligado formidable.
Cuba ha sido su ensayo más emblemático en su intento de rescatar y transformar versiones duras del marxismo-leninismo y facilitar el viaje del mismo a los puertos seguros de la supervivencia. Obama, como fiel intérprete del principio gramsciano y leninista que formulaba que el papel del intelectual y del político era el de asistir a la historia, le extendió al castrocomunismo todo lo que su presidencia imperial le permitió para ayudar a que los déspotas cubanos transitaran a versiones más “light”, como el chino o el vietnamita. Gracias a Dios, esto parece haber fracasado, tal como lo vislumbraron Obama y los Castro. Sin embargo, como fiel adherente a procesos de leyes históricas, el presidente norteamericano saliente, antes de salir, decidió cometer otra violación más del concepto democrático de la división de poderes, y ha intentado abolir con un plumazo ejecutivo, lo que es un acto legislativo que tiene primacía: la Ley de Ajuste Cubano.
Bill Clinton, cuando emitió su orden ejecutiva de “pies secos, pies mojados” en 1995, limitó la práctica establecida de los EE UU de rescatar a cualquier cubano encontrado en alta mar huyendo del comunismo y de transportarlo hacia la libertad en territorio norteamericano. El ex presidente y esposo de la fracasada candidata presidencial demócrata, siempre fue uno en tramar palabras y conceptos presentando opuestos que, aunque contradijeran los hechos, siempre encontraba salidas percibidas como racionales pese a su real condición. El fenómeno de “pies secos, pies mojados” ha sido una de esas falacias vendidas en los EE UU como un “logro”, cuando en realidad sólo significó en la práctica, el extenderle un pretexto para convertir a los EE UU en un agente de facto de la guardia costera castrista.
Esa orden ejecutiva, la famosa y mal entendida “pies secos, pies mojados”, es la que Obama neutralizó con su orden ejecutiva. La lectura que se le está dando y la extensión de ésta en el ámbito de la política inmigratoria más integradora de los EE UU hacia los cubanos que buscan la libertad, sólo se puede admitir si se acepta el léxico obamista añadido en su acción administrativa y contradictoria a las normas y las funciones de lo que constituye una acción ejecutiva. La intención de darle a esta maniobra de Obama un carácter legislativo, debería de ser retada en los tribunales estadounidenses.
Mientras la nueva administración decide qué curso tomar con este acto imperial y vergonzoso de Obama, la vida de todos los cubanos que están en terceros países en ruta a los EE UU recae sobre los hombros de éste. Cuando Obama le extendió el reconocimiento diplomático a la dictadura castrista, pronunció públicamente que no cambiaría la política inmigratoria de la nación estadounidense hacia los cubanos. Gran parte de los que están en ese estado ahora convertido en uno de limbo, tomaron la decisión basado en las normas existentes en los EE UU y avaladas expresamente por su presidente. Fiel a su trayectoria de mentir sobre las mentiras, traicionó otra vez más a Cuba y a la tradición norteamericana de dar amparo al que busca libertad y de defender ésta como un valor inalienable. La explicación de por qué Obama ha sido tan mentiroso, e. g., el canje Gross-espías, el defender los DD HH, las cifras del comercio, etc., yace en la verdad desnuda de su moralidad política-ideológica.
Obama realmente no cree que es inaceptable lo que hay en Cuba hoy, ni mucho menos el modo que un grupo de facinerosos ejercen el poder político ahí. Podrá discrepar y estaría dispuesto a debatir cerebralmente sobre diferencias en los detalles de la operación y el uso del mismo, pero jamás sentiría repugnancia al contemplar como atropellan a los cubanos en pleno día, todos los días. La realdad fehaciente es que las diferencias entre Obama y el castrocomunismo, es la de un socialista fabiano y un marxista. ¡Qué horror si Obama le hubiera tocado gobernar sobre un país con instituciones democráticas menos enraizadas!
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- Fuente/Autor: Julio M. Shiling
Le deseamos muchas bendiciones en este día tan especial. El Día de Acción de Gracias, la celebración más distintiva en el calendario de los EE UU, recoge como ninguna otra la esencia fundacional de la nación norteamericana. Paradójicamente fueron los EE UU, una república constitucional que fue pionera en concretar el principio de la separación entre la Iglesia y el Estado, el mismo que se fundó sobre una búsqueda integradora de la libertad de culto y un apego pleno a Dios. Desde el Pacto del Mayflower (1620), la Primera Carta de Virginia (1606), todos los documentos fundacionales de las Trece Colonias, la Declaración de Independencia (1776), las proclamaciones presidenciales de George Washington (1789) y Abraham Lincoln (1863) estableciendo un día nacional para darle gracias a Dios en forma colectiva (y otras más), todos estos documentos históricos reflejan correctamente los lazos de un pueblo y una nación con el Todopoderoso.
Esta tradición hermosa y sanadora es una que cualquier nación haría bien en aplicar. Al pie le incluimos el texto del Pacto del Mayflower y las proclamaciones presidenciales de George Washington y Abraham Lincoln.
Cordialmente,
Julio M. Shiling
En el nombre de Dios, Amén.
Nosotros, cuyos nombres están escritos debajo, los sujetos leales de nuestro Temible Soberano Señor Rey Jaime, por la Gracia de Dios, de Gran Bretaña, Francia e Irlanda, Rey, Defensor de la Fe.
Habiendo emprendido para la Gloria de Dios, y el Avance de la Fé Cristiana y el Honor de nuestro Rey y Patria, una travesía para plantar la primera colonia en las Partes Norteñas de Virginia; hacemos por estos presentes, solemne y mutuamente en la Presencia de Dios y unos con otros, pacto y nos combinamos juntos en un Cuerpo Político Civil para nuestro orden y preservación y fomento de los fines antedichos; y por virtud de esto establecemos y aprobamos, constituimos y formamos, tales justas e iguales leyes, Ordenanzas, Actas, Constituciones y Oficios, de tiempo en tiempo, según sea considerado muy propio y conveniente para el Bienestar General de la Colonia, a la cual prometemos toda la Obediencia y Sumisión debidas. En fe de lo cual hemos suscripto nuestros nombres a esto en Cape Cod el once de Noviembre, en el Reino de Nuestro Soberano Señor Rey Jaime de Inglaterra, Francia e Irlanda, el dieciocho y de Escocia, el cincuenta y cuatro. Anno Domini, 1620.
Proclamación del Día de Acción de Gracias de George Washington (1789)
Considerando que es deber de todos los Estados reconocer la providencia del Dios Todopoderoso, obedecer su voluntad, ser agradecidos por sus beneficios, y humildemente implorar su protección y favor -y visto que ambas Cámaras del Congreso, por su Comité conjunto, han solicitado "recomendar a las personas de los Estados Unidos observar un día de acción de gracias y oración pública, reconociendo con corazones agradecidos los muchos favores del Dios Todopoderoso, especialmente por haberles ofrecido una oportunidad pacífica de establecer una forma de gobierno para su seguridad y felicidad".
Ahora, pues, yo recomiendo y designo que el jueves 26 de noviembre sea dedicado por la gente de estos estados al servicio de aquel gran y glorioso Ser, que es el Autor benévolo de todo lo bueno que era, que es y que será -Que todos podamos unirnos en la prestación a Él de nuestro más sincero y humilde agradecimiento- por su amable cuidado y por la protección de aquellas personas de este país anteriores a convertirnos en una nación- por las señales y muchas misericordias y las interposiciones favorables de su Providencia que hemos experimentado en el curso y celebración de la última guerra, el alto grado de tranquilidad, unión, y abundancia que hemos disfrutado, por la manera pacífica y racional en la que se nos ha permitido establecer constituciones de gobierno para nuestra seguridad y felicidad, y sobre todo, Aquél nacional últimamente ha instituido la libertad civil y religiosa con la que hemos sido bendecidos; y los medios que tenemos de adquirir y difundir conocimientos útiles; y en general por todos los grandes y diversos favores que Él ha tenido a bien conferirnos.
Y también que podamos entonces unirnos en el ofrecimiento humilde de nuestras oraciones y súplicas al gran Señor y Soberano de las Naciones, rogándole que perdone nuestros pecados nacionales para que podamos todos, ya sea en estaciones públicas o privadas, realizar nuestros varios deberes de manera puntual y adecuada, rindiendo nuestro gobierno nacional como una bendición para todo el pueblo, siendo constantemente un Gobierno de justas y sabias leyes constitucionales, de manera discreta y fielmente ejecutadas y obedecidas, con el fin de proteger y guiar a todos los Soberanos y a las Naciones (especialmente aquellas que han mostrado misericordia con nosotros) y que los bendiga con un buen gobierno, con paz y concordia -para promover el conocimiento y la práctica de la verdadera religión y virtud, y el incremento del conocimiento entre ellos y nosotros, y en general para conceder a toda la Humanidad un grado de prosperidad temporal como sólo Él sabe que es mejor.
Dado bajo mi mano en la Ciudad de Nueva York, el tercer día del mes de octubre en el año de nuestro Señor 1789.
Traducción de Omar Jaramillo
Todo por Gracia blogspot
Proclamación del Día de Acción de Gracias de Abraham Lincoln (1863)
El año que está llegando a su fin ha estado pleno de bendiciones con fértiles campos y benéficos cielos. A estos bienes, que tan constantemente disfrutamos por lo que somos propensos a olvidar la fuente de la que vienen, se han sumado otros que son de una naturaleza tan extraordinaria que inevitablemente penetran y suavizan incluso el corazón habitualmente insensible a la siempre vigilante providencia de Dios Todopoderoso.
En medio de una guerra civil de magnitud y gravedad iniguables que a veces parecía invitar y provocar a la agresión de estados extranjeros, se ha mantenido la paz con todas las naciones, se ha mantenido el orden, se han respetado y obedecido las leyes y la armonía ha prevalecido por doquier excepto en el escenario del conflicto armado, aunque ese escenario se ha contraído grandemente debido al avance de las fuerzas militares y navales de la Unión.
La necesaria desviación de riqueza y fortaleza de los campos de la industria pacífica hacia la defensa nacional no han detenido el arado, el transporte o el barco; el hacha ha ensanchado los límites de nuestros asentamientos; y las minas, tanto de hierro y carbón como las de nuestros metales preciosos, han rendido incluso más abundantemente que antaño. La población ha crecido firmemente a pesar de las pérdidas en el campo, el sitio y el campo de batalla, y el país, regocijándose en el conocimiento de una mayor fortaleza y vigor, se permite esperar una continuidad de años con un gran aumento de libertad.
Ninguna mente humana ha diseñado ni ninguna mano mortal ha construido estas grandes cosas. Son los gentiles dones del Altísimo que, aunque se molesta con nosotros por nuestros pecados, a pesar de todo tiene muy presente la misericordia.
He creído adecuado y apropiado que tales dones deberían ser reconocidos solemne, reverente y agradecidamente con un solo corazón y al unísono por todo el pueblo americano. Por tanto, invito a mis conciudadanos en cualquier lugar de Estados Unidos y también en tierras extranjeras, a señalar y guardar el último jueves de noviembre próximo como un día de acción de gracias y alabanza a nuestro Padre benefactor que mora en los cielos.
Y les recomiendo que, mientras hacen las ofrendas en justicia a Él debidas por tan singulares salvaciones y bendiciones, también encomienden, con humilde penitencia por nuestra perversidad y desobediencia nacionales, a Su amoroso cuidado a todos los que hoy son viudas, huérfanos, deudos o dolientes de la lamentable lucha civil en que estamos inevitablemente involucrados y que fervientemente imploren la intervención de la mano del Todopoderoso para restañar las heridas de la nación y restablecerla tan pronto como esto coincida con el propósito divino para el pleno disfrute de paz, armonía, tranquilidad y unión.
© Traducción de Alberto Río y Miryam Lindberg
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- Fuente/Autor: Julio M. Shiling
Trump, Cuba y la reconsideración del deshielo.
Donald J. Trump acaba de convertirse en el cuadragésimo quinto presidente de los EE UU. Esta proeza lograda con el apoyo mayoritario de la clase trabajadora norteamericana, donde quedó demostrado que más que el género, la religión, la afiliación de partido, la raza o la etnia, lo que impulsó a los estadounidenses votar por el empresario neoyorquino fue la visión unísona de que imperaba la necesidad de un cambio de curso en la tierra de Washington y Lincoln. Esta elección histórica que augura dejar como resultado final un cambio sociopolítico paradigmático, no significa sólo un clamor a la acción contra una globalización que urge reajustes profundos para remediar toxicidades que ha infligido, desproporcionalmente, a los obreros sin formación académica en el primer mundo, o contra un elitismo ideologizado que insiste en dominar el lenguaje y la cultura para así intentar aherrojar las mentes y las actitudes del resto de la sociedad. No. Esto ha sido también un referéndum sobre la presidencia larga de Barack Obama.
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¿Qué es lo que a ese votante norteamericano le choca e inquieta y qué quiere cambiar o sustituir?
El ensayo democrático más exitoso en la historia, está experimentando un ajuste paradigmático reclamado por los que están abajo. El setenta y cinco por ciento del electorado norteamericano que ha expresado su sentir en las primarias, a través de este proceso de selección presidencial en los EE UU, ha alzado su voz contra el estatus quo. Ese ha sido el sector de la población votante estadounidense que ha visto en Donald Trump y Bernie Sanders, las vías más aceptables para canalizar, no sólo un descontento popular profundo, sino proponer ajustes y cambios de cursos a la política practicada. El cliché de estar contra “el establecimiento”, tiene una sustentación que es honda pero no insondable.
El denominador común aquí no es partidista, ni ideológico necesariamente. Trump y Sanders, pese a que este segundo sí posee un bagaje ideológico emocional, eran portadores de mensajes que tienen resonancia, porque tienen validez. Ni Trump, ni Sanders gozan del encanto de políticos dotados, e. g., buena oratoria, carismáticos, etc. La razón por la cual eso ha demostrado ser irrelevante en esta campaña, es atribuible al hecho de que la sociedad norteamericana les sigue por el mensaje que han estado proponiendo. Esto no ha tenido nada que ver con sus personalidades o cómo se proyecta estilísticamente. Por consecuencia, sus seguidores han sido muy condescendientes con ellos, porque lo que les interesa es el mensaje que emanan y la misión comprometedora de accionar esa visión y no quién lo está articulando.
¿Qué es lo que a ese votante norteamericano le choca e inquieta y qué quiere cambiar o sustituir? Hay un sector significante de la población estadounidense que considera que las reglas del juego están amañadas en su contra. Lo peor es que políticos profesionales vienen ya, desde hace tiempo, vendiéndoles espejismos que no se materializan. Hillary Clinton tipifica, emblemáticamente, ese político profesional que ha hecho una carrera de seducir a los pobres y las minorías, mientras simultáneamente se ha enriquecido crasamente, promoviendo políticas que favorecen a los intereses especiales y privilegiando a la clase económica de la élite y los pocos. Esta renovación ciudadana popular confronte a la clase política tradicional que ha sido incapaz de remediar los problemas que a la mayoría les infringe.
Podemos identificar algunos fenómenos que han sido parte de la causa de los efectos indeseados que ha tenido resonancia en las expresiones de descontento popular. La llamada globalización que en las últimas décadas se viene expresando en una división de labor internacional, donde se cambia bienes, servicios y capital y se sellan con acuerdos o entendimientos que se perciben ser “libres” y se vendieron como motores de producción democrática y riqueza para todos, es uno de los factores que merita examen. Los resultados de este orden económico global, no se ha producido como sus promotores pronosticaron.
Dictaduras se han beneficiado colosalmente con la globalización, tal como se ha estado practicando sin ética democrática o apego a derechos universales. China y Vietnam, son ejemplos de esto. La transferencia de riqueza hacia China, el país con el partido comunista más grande en el planeta y en el poder, ha sido sin precedente y sin moral. El precio de este experimento y el resultante “modelo chino”, desprendido de lo político y lo ético, habría que condenarlo por el precio que la clase media para abajo, ha estado (y está) pagando en los EE UU. Más de 7, 200, 000 empleos de manufactura han desaparecido desde 1979. El ingreso promedio del núcleo familiar, sin títulos universitarios, en ese mismo periodo hasta la fecha, ha descendido casi un 28% (ajustado para la inflación). De cada 5 personas que perdió un trabajo de manufactura, 3 se relocalizaron en otro que pagaba un sueldo inferior. Curiosamente, a pesar de que la productividad del obrero estadounidense se ha alzado un 80% desde 1973, su compensación medida como pago por hora, ha subido sólo un 11%. Aún cuando se toma en cuenta el abaratamiento de bienes y artículos de consumo que la globalización ha traído, las cifras no apuntan a una elevación en el estándar de vida de la clase media, la pobre o la obrera en general.
Los que tienen un título universitario y la clase alta empresarial, sin duda se ha beneficiado del globalismo. Hay que tomar en cuenta, sin embargo, que el 63% de la fuerza laboral actual estadounidense no posee un título de formación académica superior. Aunque China comunista no es el culpable singular de este problema que Trump señala, éste ofrece alternativas que buscan remediar percibidas injusticias. La clase trabajadora norteamericana cree que sí lo puede hacer y concuerda con ese mensaje y proyecto.
Hillary Clinton es parte de la clase política que, en adición de ser un defensor arduo de los acuerdos y las facilitaciones políticas diseñadas para que estos intercambios comerciales y estructurales se puedan llevar a cabo, como primera dama, senadora y ministro de Estado, tiene un record visible e innegable, de responder a los intereses económicos corporativos y financieros de Wall Street que se han beneficiado, desproporcionalmente, de estas políticas y de ser retribuida monetariamente con generosidad. Como un dato anecdótico, en 1976 el ingreso promedio de los Oficiales Ejecutivos Principales (“CEO”) era 30 veces la remuneración del sueldo promedio de los trabajadores en la empresa. En 2014, esa cantidad fue de una disparidad de más de 372%.
El multiculturalismo y la “corrección política” (o lo políticamente correcto) representan otro rechazo de esa mayoría poblacional invisible en los EE UU. Esta programación que intenta impactar la cultura, el lenguaje y los conceptos políticos y éticos, es un retoño de la hegemonía cultural que formuló el marxista italiano, Antonio Gramsci. Esta estrategia busca definir falsamente una proyección de la realidad que sus promotores quieren que la sociedad perciba. La idea es penetrar las instituciones democráticas y subvertir el orden desde adentro. Equiparar culturales que respetan derechos fundamentales y promueven la práctica de la pluralidad, la libertad y la democracia, con otras que abrazan el genocidio, el infanticidio, el despotismo, la esclavitud u otras prácticas aborrecibles, medido desde un prisma ético, es un error y siembra la semilla de la autodestrucción. Los norteamericanos están hartos de la manipulación cultural por la élite que obedece a los intereses especiales. No es casualidad que Trump es anti político correcto y Hillary, casualmente, una admiradora práctica, medular e histórica de Saul Alinsky, el discípulo estadounidense de Gramsci.
El islamismo radical y cómo liderar con su amenaza, es otro foco que distancia a los candidatos para la presidencia estadounidense enormemente. La sociedad norteamericana podrá tener diferencias en cuanto a cómo derrotar, estratégicamente hablando, el yihadismo islámico. Sin embargo, existe un criterio mayoritario más unísono en cuanto a la idea de permitir la entrada de refugiados y de una inmigración musulmana abierta que las autoridades competentes en los EE UU han insistido que ellos no pueden distinguir entre refugiado genuino y terrorista disfrazado. Europa y el yihad silente (y no tan silente) que los jeques islámicos están financiando, es un presente que los estadounidenses no pierden de vista.
La candidata Clinton ha cometido perjurio, obstrucción de justicia, tráfico de influencia, uso ilegal de una institución sin fines de lucro, abuso de poder y negligencia en el mismo. Esto es un hecho, pese a lo que diga un FBI que está totalmente politizado y en el bolsillo del actual mandatario, Barack Obama. Si fuera a ganar, ni que Dios lo quiera, su presidencia enfrentaría audiencias especiales, investigaciones independientes, juicios políticos o imputaciones criminales. La evidencia en su contra es demasiado obvia. Hillary y su esposo Bill Clinton han formado una maquinaria de enriquecimiento personal, como ninguna otra vista en la historia norteamericana. La destrucción de más de 33,000 correos electrónicos y el uso de un servidor privado y múltiples mecanismos electrónicos para esquivar el escrutinio público, es una actividad completamente ilícita y ha puesto vidas e inteligencia estadounidense en grave peligro. Todo para que el pueblo norteamericano no sepa de sus actividades económicas/políticas ilícitas.
Son muchas las razones por la cual Donald Trump representa la voluntad popular de un sector de la población considerable que no encuentra en la clase política actual, ni receptividad, ni la voluntad para enfrentar y aliviar los problemas. El día de las elecciones puede dar muchas sorpresas. Algo sí se puede decir ahora mismo. ¡Trump ha ganado ya! Se ha enfrentado a la maquinaria cuasi mafiosa de los Clinton, a Obama, a Michelle, a Hollywood, a Wall Street, a la élite cultural, a los intereses creados, a las dictaduras del siglo XXI, a los Castro, a Irán, a los empresarios más poderosos del mundo y a los medios de difusión que han actuado en colusión con la actual administración de Obama y los Clinton, para proteger a Hillary, desactivando su capacitación investigativa. Todo esto lo ha logrado sin contar con una estructura política formal, ni siquiera un apoyo sustancial de su propio partido. Sólo él y el pueblo. Trump, el mensajero exitoso de la voluntad de la mayoría silente, le dio vida y cuerpo al mensaje de una renovación ciudadana popular. Esa revolución no se va a detener.
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