Egipto y su ensayo democrático:
La democracia global tiene que estar celebrando la destitución política y el golpe de Estado republicano que acaba de ocurrir en Egipto. Pero vayamos primero a los hechos y después a la semántica.
En las elecciones del 16 y el 17 de junio del 2012, las primeras elecciones presidenciales que brotaron de la Revolución Egipcia del 2011, Mohamed Morsi fue electo presidente con la aprobación del 51.7% del electorado egipcio, contra el 48.27% que obtuvo Ahmed Shafik, figura del régimen anterior. Morsi, miembro del parlamento de Egipto del 2000 al 2005 y figura seminal de la organización islámica radical la Hermandad Musulmana, vio su presidencia limitarse a todo un año y tres días. ¿Qué pasó? Y más importante aún, ¿por qué fue destituido y derrocado?
Siguiendo un guión dictatorial poco original, Morsi imitó un prototipo empleado años antes. Benito Mussolini y Adolf Hitler fueron dos casos que llegaron al poder político por el portal de la democracia. Una vez instalados en la capitanía de sus respectivos Estados, conspiraron exitosamente para aniquilar el modelo. Salvador Allende iba por el mismo camino. De no haber sido por un general (que él nombró) y un golpe avalado por las instituciones democráticas chilenas, el marxista burgués hubiera logrado lo mismo que los fascistas europeos lograron cuatro y tres décadas antes. Los dictadores del siglo XXI, i. e., Hugo Chávez/Nicolás Maduro, Rafael Correa, Evo Morales, etc., son ejemplos actualizados de este especie de “demócratas” troyanos. Todos llegaron al poder por la vía democrática (más o menos), y una vez dentro de su entorno, sin cesar, se movilizaron para destruir todo los derechos que la democracia y un Estado de derecho resguardaba.
Morsi, fiel a este esquema de movimientos ideologizados, cinco meses después de ser electo democráticamente, se auto-otorgó poderes irrestricto para gobernar no-democráticamente en el nombre de la “protección” de la patria. A partir de ahí, comenzaron las protestas populares contra el avance del islamismo radical ejerciéndose desde el poder político. La Revolución Egipcia del 2011, uno de los gajos de la Primavera Árabe, desplazó la dictadura autoritaria de Hosni Mubarak, para no ver instaurada una dictadura totalitaria de corte islámica radical. Morsi y su Hermandad Musulmana iban precisamente hacia en esa trayectoria.
Los defensores de Morsi, que tienden a ser individuos y grupos con poco apego a las reglas democráticas, llaman su destitución un golpe militar. Sus detractores consideran el proceso una necesaria extirpación para salvar la democracia incipiente en Egipto; una revolución dentro de los cánones del derecho de la rebelión, principio sacrosanto en democracias funcionales. ¿Estarán prestando atención las fuerzas armadas de las dictaduras del siglo XXI en América Latina?